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Universidad de Puerto Rico. / Foto por: Ricardo Alcaraz |
Quizás usted no lo sepa, pero el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) es no sólo el principal centro de estudios del país, sino que también un agradable remanso de tranquilidad en medio de un sector que se caracteriza por el comercio y la vorágine urbana.
Y ese escenario apacible lo da, en primera instancia, la naturaleza y los rincones del Recinto de Río Piedras, símbolo del barrio y lugar desde donde han surgido muchas de las mentes brillantes de Puerto Rico.
Basta traspasar sus puertas, la que da a la avenida Ponce de León, para dejar atrás el bullicio y adentrarse en el mundo académico, que aquí vive en medio de históricos edificios y de bien cuidadas áreas verdes.
Una vez adentro, camine. Sólo camine y observe. Relájese. Que su ritmo decaiga. Ya desde un principio, por ejemplo, podrá disfrutar de la rica arquitectura, partiendo por la majestuosa torre del recinto, que se levanta imponente y que es un verdadero faro en la ciudad, considerando su altura y, también, su atractivo diseño. Igual símbolo de las luchas estudiantiles pues es ahí donde muchas de las manifestaciones comienzan o terminan.
Penetre en el recinto. Hay mucho que ver. Contágiese de la juventud de los rostros que verá a cada instante, quienes por sus análisis, inquietudes, frescura y arrojo siempre provocan gritar ¡Qué vivan los estudiantes! Ingrese a los edificios. Siempre encontrará una sorpresa: puede ser una charla, puede ser un concierto, puede ser una obra de teatro, puede ser una exposición.
Así es la vida universitaria. Activa. Creativa. Dinámica. Lo que no implica que, como en este recinto ocurre, haya espacio para la contemplación, para reflexionar, para detenerse en medio del estrés citadino y mirar al lado. Aquí se puede. Y mucho.
Por ejemplo, en la placita que nos lleva al teatro del recinto, recientemente remodelado y, por eso mismo, una atracción en sí.
Visítelo y quédese un momento disfrutando de su interior.
También explore. Sobre todo si le gusta leer. Ahí sobran los libros y de los buenos. Puede pedirlos y sentarse un rato en la biblioteca. Cada facultad tiene la suya, así es que depende de usted y de sus gustos adonde quiere ir.
Y si después de tanta caminata, si después de tanta lectura y contemplación le da apetito, no se preocupe. Vaya a la carpita que se levanta hace ya muchos años en el recinto, y donde se ofrecen ricas comidas -incluso vegetarianas-, y termine su visita con el estómago lleno. Lo mismo que su espíritu. Y su mente.