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  EXCURSIONES / TURISMO ECO-AMBIENTAL
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Recuerdo aquél día como si fuera hoy. Era muy temprano en la mañana. El sol acababa de salir, pero no estaba lo suficientemente caliente como para alejar el frío de la noche anterior. Éramos un grupo pequeño que caminaba por una vereda estrecha de lodo y piedras en las montañas altas de Cayey. Con cada paso, nuestras botas se empapaban más de lodo. Todos lucíamos una sonrisa y, mientras caminábamos, manteníamos los ojos fijos en las ramas de los árboles a la expectativa de un gran evento.

De improviso, un miembro del grupo nos dio una señal para detenernos y, casi como el que susurra un secreto, dijo: “Aquí arriba escuché algo”. Como un acto orquestado todos, al unísono, tomamos los binoculares y miramos en dirección a un árbol de tabonuco inmenso que se encontraba a algunos pocos pasos de nosotros.

En el campo visual de mis binoculares sólo veía el verde de las hojas. Unos instantes antes de perder las esperanzas, observé, como un actor que entra al escenario, un ave hermosa. Era pequeña, como de unos 12 centímetros (aproximadamente 5”), de plumaje negro y estriado blanco. Picoteaba las hojas en busca de insectos con gestos muy graciosos. Terminó de devorar su manjar, me miró a los ojos y con una burla silenciosa salió volando. No la volví a ver.

Aquel ha sido mi primer y único encuentro con la Reinita del Bosque Enano (Dendroica angelae), un ave que sólo vive en los picos más altos de las montañas de Puerto Rico. Esta especie, en conjunto con la Cotorra de Puerto Rico (Amazona vittata), son los retos más grandes para los pajareros (observadores de aves) que viven o visitan la Isla, el paraíso del pajareo Caribeño.