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Los "caminos reales" de ayer y hoy
Estructura de casilla de camineros, actualmente Centro Cultural de Cayey Miguel Meléndez Muñoz. / Foto por: Ricardo Alcaraz

La denominada Sierra de Cayey, aunque no es la más elevada de la Cordillera Central puertorriqueña, sí es un importante componente de su segmento oriental. En las postrimerías del siglo XIX se hilvanaron dos carreteras: la central, de San Juan a Ponce, y la de Cayey a Guayama.

Las carreteras significaban, sobre todo, una presencia institucional y una vía de enlace orientada a consolidar un poder institucional y militar. Los campesinos cayeyanos se transportaban por otro mundo paralelo: la tupida red de caminos vecinales, que surca casi todo el territorio del municipio y que era el verdadero sistema circulatorio de la economía agrícola de Cayey.

Apenas del ancho suficiente para caballos o gente a pie, ascendiendo de forma casi improbable accidentes orográficos, al observarlos se ven apenas líneas tenues de tierra marcadas sutilmente en montes y valles. Todavía muchos se mantienen enlazando un paisaje misterioso y espectral de fincas remotas, poblados abandonados, cultivos desatendidos que el trópico reclama con su denso bosque secundario.

Estas rutas se llamaban “caminos reales”, ya que algunos de ellos eran reconocidos como servidumbres legales por el Estado y existen historiales en los archivos sobre su mantenimiento y reparación. Junto a su paso, una vez alejados del confort del volante, el viandante observa testimonios elocuentes de la vida campesina; la realidad del universo “jíbaro”, surgiendo de la tupida maleza.