Más allá de los Reyes... las octavitas
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En cualquier campo del archipiélago boricua se celebra la Epifanía con música y alegría. / Foto por: Ricardo Alcaraz |
En Puerto Rico, contrario a la mayoría de los países de tradición cristiana, las fiestas no culminan con el Día de Reyes, el 6 de enero. Aquí seguimos celebrando por dos semanas más con las octavas y las octavitas. ¿Por qué?
Aunque es una fiesta popular que todos gustan celebrar, es poco lo que la literatura cuenta sobre esta tradición tan arraigada al boricua. Libros como Los Reyes Magos, de Teodoro Vidal, Historia de la canción popular y Navidad que vuelve, ambos de Pedro Malavet Vega, así como otros de la historia del folklore y la iglesia, ubican su origen en la liturgia católica, pero no abundan.
Según el padre Aníbal Torres, de la Comisión Litúrgica de la Arquidiócesis de San Juan, para la iglesia católica, la Navidad termina el domingo después de Reyes, cuando se celebra el bautismo de Jesús. “La octava navideña, que se celebra del 26 de diciembre al 2 de enero en todo el Mundo, no tiene nada que ver con las octavitas después de Reyes”, afirma el padre Aníbal. “Ésta es una celebración popular”, apunta.
Sin embargo, el sacerdote católico e historiador Fernando Picó asegura que, hasta 1960, la iglesia católica sí celebró la octava de Reyes del 6 al 13 de enero. Pero “la reforma del calendario litúrgico, a raíz del Concilio Vaticano II, eliminó todas las octavas, menos las de Pascua y de Navidad”, cuenta Picó. “En Puerto Rico, la tradición popular era que, después de la octava, venían las octavitas. Se celebraba a las tres Marías y había una fiesta para cada uno de los Reyes Magos”, subraya el historiador.
Es importante destacar que, en el pasado, los campesinos no tenían ni medios ni muchas opciones para festejar y sacudirse la adversidad y la miseria. Así que estas fiestas religiosas eran un asidero para sus penas; la fe y la alegría eran una misma cosa. La oportunidad no se podía perder.
En el libro Vírgenes, Magos y Escapularios, Picó muestra una clara lucha entre el campesinado y los hacendados cafetaleros en la Navidad, porque mientras éstos querían terminar su cosecha en enero, los trabajadores se resistían a recortar las octavas y octavitas. Para que los trabajadores estuvieran contentos, “ponían a alguno a tocar el cuatro en las octavitas”.
En su libro sobre la canción popular, Malavet Vega cita al escritor Alejandro Tapia y Rivera, quien en su obra Mis Memorias recuerda la celebración de las octavas y las octavitas entre los campesinos. Tapia y Rivera vivió entre 1826 y 1882. De modo que la costumbre no la despinta el tiempo.
El tomo XII de la Gran Enciclopedia de Puerto Rico, dedicado al folklore y editado por Marcelino Canino, dice que “ocho días después del Día de Reyes, el amigo que recibió la música le contesta de la misma manera en la quincena del mismo mes. A esto se le llama octava y octavita, respectivamente”.
Una mirada a las celebraciones navideñas en la América hispana muestra que Costa Rica y México extienden la temporada navideña hasta el 2 de febrero, 40 días después del nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre según el rito católico.
El 2 de febrero se celebra precisamente la Fiesta de la Candelaria, en honor a la Virgen de la Candelaria, aparecida en la ciudad del mismo nombre, en Tenerife, a principios del siglo XV. A esta celebración también se le llama fiesta de purificación, y por eso en muchos lugares se encienden hogueras. Según la tradición católica, la ley de Moisés establecía que, cuando una madre daba a luz a un niño, era considerada impura y debía permanecer durante treinta y tres días en purificación de sangre. Cuarenta días después del Nacimiento de Jesús (2 de febrero en nuestro calendario), la Virgen María cumplió con esta ley y presentó al Niño Jesús en el templo, según el escrito Catequesis y Liturgia de la iglesia San José de California.
Fernando Picó recuerda que, en el pasado, en Puerto Rico las navidades también se extendían hasta esta fecha. Con la celebración del Día de Acción de Gracias, que llegó con la cultura estadounidense, la fiesta popular navideña se adelantó entonces a noviembre.