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Fiestas de Loíza. / Foto por: Ricardo Alcaraz |
Trasládese en el tiempo. Se encuentra en Loíza. La Isla aún no es colonizada y los habitantes originarios de esta tierra, losTaínos, pueblan este sitio, por la abundancia de peces y aves que habitan sus pantanos, manglares y bosques. Quinientos años atrás sólo se ven extensos llanos, verdes y fértiles, que para esos hombres y mujeres son importantes para la cosecha de yuca, habichuelas y chile.
Una mujer, la cacique taína Yuisa, reina en esta zona de la Isla (la versión más aceptada es que el nombre de esta indígena originó el actual nombre del pueblo, aunque también pudo provenir del apellido de un terrateniente español). Hasta aquí llegan en busca de comida, pero también de lo sagrado.
LosTaínos adoran Loíza. Más aún después de que descubren las cuevas que se esconden bajo la vegetación, algunas de ellas imponentes, y que, para ellos, son un posible punto de origen del ser humano. Por eso, la cueva grande de Loíza (hoy María de la Cruz), tiene un significado especial y sagrado. La visitan. Dejan sus huellas. La habitan. La respetan.
El tiempo transcurre. LosTaínos siguen ahí. Usted también. Los ve. También observa a quienes llegan desde lejos: los españoles. Está dicho: la historia de Loíza está hecha por vencedores y vencidos. Así, en apenas tres décadas, y después de estar expuesta a enfermedades, esclavitud y guerras europeas, la población taína diminuye y deja la zona escasamente poblada.
Pero losTaínos sobreviven. Pese, incluso, a la esclavitud, que se expande para que unos pocos acumulen riqueza. La ambición del invasor es tal que repone esclavos indígenas con esclavos negros, también venidos a la fuerza desde lejos.
Ni losTaínos ni los negros entienden que hay una demanda mundial por el azúcar...
Loíza ya no es el mismo lugar de antes. Los rostros han cambiado. La demografía de Loíza adquiere los contornos raciales y sociales que hoy la identifica: la zona pasa a ser una de las regiones más grandes de Puerto Rico de personas de descendencia africana.
Ahora usted ve que conviven indígenas y negros. En la misma tierra. Y hacen de Loíza su casa. Son sus dominios. Hasta los españoles tienen cierta aversión espiritual y material a algunas partes geográficas de Loíza. Son esos lugares donde deambulan de noche las almas deTaínos y africanos víctimas de latigazos. Usted los ha visto sufrir. Ha sido testigo.
Por ahí, en Loíza, no aparecen muchos españoles (hay mayoría africana, pese al teórico dominio español). No muchos quieren aventurarse hasta allí, donde la topografía y las fuerzas de la naturaleza parecen conjurarse misteriosamente en una ofensiva contra los invasores, a quienes infectan con enfermedades tropicales raras.
No extraña, entonces, que los españoles no se acerquen a los pantanos y manglares que inundan el área, porque cuando irrumpen en estos lugares se sienten acechados por espíritus malignos y enfermedades.
Usted está presente y sabe que todo es en parte verdad y en parte conciencia manchada, porque el invasor se siente perseguido por sus pecados mercenarios.
Loíza es la salvación. Hay que llegar hasta ahí, dicen muchos. Para escapar de la larga pesadilla de la esclavitud. Así, africanos y puertorriqueños de descendencia africana, se fugan de las plantaciones y, algunos afortunados llegan a parar a Loíza.
Son, aunque parezca increíble, independientes. Libres. En pleno seno de la colonia, los puertorriqueños y africanos cimarrones forjan su libertad en comunidades pequeñas autónomas. Estas comunidades autónomas son las primeras zonas libre de las américas.
Ahora, esa tierra de criollos, indios, negros y españoles se constituye, entonces, en un espacio compartido, sagrado y profano, libre y dominado.
Usted es testigo privilegiado. No todos pueden adentrarse en Loíza y escuchar como aquí se canta la historia al revés, al ritmo de los tambores, de los ancestros arrastrados a las américas.
Loíza, está dicho, es una historia de héroes y traidores. Así, mientras el guardia malpagado de Puerto Rico cambia de turno, Loíza sigue siendo un espacio cultural, racial e histórico predominantemente negro, pero con siglos de procesos de transculturación: el idioma principal es el español, espiritismo y catolicismo conviven pacíficamente, y la subcultura del hip hop se nutre de la bomba y la plena.
Ya usted está de regreso. Ha vuelto al siglo XXI. Poco queda de los llanos y las playas han sido invadidas por urbanizaciones. Algún anciano recuerda, quizás, la historia de la cacica Yuisa. Ahora ve la Loíza actual, aquella orgullosa de la negritud fundacional de la cultura popular puertorriqueña y lugar marginado por los amos y generales de la politiquería.
La historia de Loíza es de contradicciones. Como la que engendra la economía y la dominación contemporánea que aflige al resto de la isla: megahoteles costeños iluminados, que de noche le roban la claridad a la luna y a la playa de los ciudadanos, y una plaga de templos Walmart construidos encima de las ruinas de los viejos dispensarios de salud y los quioscos de pequeños comerciantes.
La historia de Loíza es Adolfina Villanueva y Villa Sin Miedo; que batallan contra desalojos. Es Piñones se Integra; que trabajan en la defensa de sus tierras contra desarrollos como los de Costa Serena. Es Villa Cañona; quienes denuncian el discrimen y la brutalidad policíaca. Pero también es la tradición de sus fiestas, como la de Santiago Apóstol; de sus artistas, como Pedro Laviera, Rosa Marie Berríos, los Lins, y su hija adoptiva Roxanna Jordán. De su Asociación de Pescadores y el Restaurante Herrera. Del Burén de Lula y de la sazón de Sylvia. De sus bailes y música, como la de los Ayala. Del rumbón de los domingos en el Alambique o la vellonera de El Grillo. De Piñones y sus quioscos. De la mezcla, que te entrega el sabor de Loíza.
Ya está usted de regreso de este efímero viaje. Pero ahora viene el que va a emprender a esa Loíza de la que pretendemos conozca un poco más. No le queda más que llegar hasta allá para celebrar su riqueza cultural. Aproveche su tiempo de ocio y disfrute de su gente, que siempre está dispuesta a compartir y a apreciar la sencillez de las cosas.
Por Miguel Gómez Acosta
Más en la edición #1 de alterNativo©.