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Tierra adentro: Un paraíso amenazado
 / Foto por: Ricardo Alcaraz

Jessica Medina

¡A San Juan... ni a buscar sacos de oro! Así pensaba esta jibarita mitad adjunteña y mitad ponceña que les escribe, quien en la actualidad, y no por casualidad, sino por causalidad, reside y trabaja en la zona metropolitana del País.

Allá, en un hermoso campo del barrio Guaraguao, entre las fronteras de Ponce, municipio al sur de la isla grande, y Adjuntas, pueblo de la zona central, crecí en tiempos donde la vorágine del urbanismo aún no llegaba a este remoto lugar de la ciudad señorial.

Indudablemente, la transición “del campo a la ciudad” fue trascendental. Este cambio me permitió ver y vivir en carne propia el impacto que el desarrollo urbano ha tenido en nuestra agricultura, el ambiente, la cultura, la economía, la sociedad y la calidad de vida en general de los puertorriqueños.
En mi experiencia, creo que nadie podría decir que esta transformación urbana y lo que ello implica, ha sido del todo negativa. Sin embargo, la falta de visión y planificación en el llamado desarrollo del país impone una gran presión sobre nuestra sociedad y su seguridad, en especial, cuando de seguridad alimentaria se trata.

Creo que la clave de un desarrollo verdadero y saludable está en reconocer nuestras oportunidades, pero también los factores limitantes, o más bien las realidades que nos distinguen como un espacio y una comunidad en el mundo. También está en la buena planificación y el balance, pero sobre todo en reconocer y valorar las inmensas bondades que caracterizan el lugar donde nos ha tocado vivir y servir.

Un pasado cercano
Afortunadamente, puedo decir que crecí en la abundancia. Tuve la dicha de formarme en una finca no comercial donde prácticamente teníamos de todo. Siempre pude consumir alimentos frescos y llevar una vida sana. Doña Tata, mi mamá y la agricultora de la casa, cultivaba y aún cultiva de todo un poco. Desde vegetales, farináceos (viandas), frutas y hasta café, del cual todavía se recogen algunos granos, se tuestan y, el que le visita, disfruta de un rico café acabado de sacar de la pila. También teníamos vacas, cabras, conejos, pavos, gansos y hasta gallinas ponedoras que producían huevos a colores. Sí como lo lee... a colores. Aunque sólo eran verdes y azules. ¡Ah!, y por supuesto, la pasión de Don Puchi, mi padre, por los gallos de pelea. Al final, lo mejor de todo, era donde culminaban todos los frutos y productos cosechados…en la mesa. Porque mi mamá, además de ser una agricultora innata, es una excelente cocinera. ¡La mejor!

Definitivamente, una de las cosas que más extraño al estar en la ciudad es la comida de Mami. De desayuno, un jugo de china (naranja) acabadito de exprimir, o de guanábana, y un revoltillo al estilo Doña Tata con vegetales y otras hierbas. Para merendar, una china mandarina recogida en el momento, algunas fresas silvestres o una rica champola de guayaba. De almuerzo, bacalao en escabeche, malanga hervida, tomate y lechuga recién recogidos. En la cena, arroz con gallina del país y habichuelas bien sazonadas con culantro y cilantrillo fresco. ¿De postre? ¡Ah…de postre! Queso de cabra hecho en casa con dulce de papaya o quizás unos casquitos de parcha en almíbar. Sí, todo esto y más lo produce y prepara Doña Tata. También, pasteles y sabrosas empanadas de yuca.
Con mi Papá, disfrutábamos también de la pesca de los camarones de río y las chágaras, que luego consumíamos en el mismo río, hervidas en un latón de galletas Export Sodas con algunas viandas, como lerenes acabados de sacar de la tierra o unas panas de pepita. Mami también nos curaba todos los achaques con plantas medicinales, como el jengibre para la fiebre y la mata de bruja para los dolores de oído. Esos eran mis remedios preferidos, pero además, yo tenía una santigüera que me daba teses de manzanilla y anís, y “sobos” (masajes) para los dolores de panza. Esto también pertenece a nuestra cultura campesina.

La realidad de la agricultura comercial es y ha sido otra. Incluso, en las décadas de 1930, 1940 y temprano en la de 1950, cuando nuestra economía era mayormente agraria, se basaba primordialmente en la producción de tabaco, caña y café a niveles industriales. No existía una agricultura diversificada, lo que nos hacía significativamente dependientes de la importación de ciertos productos alimenticios básicos como las carnes, el bacalao, la leche y sus derivados.
No obstante, para entonces se producía entre 58% y 62% de los alimentos que se consumían en la Isla (farináceos, azúcar, hortalizas y frutas frescas), algo a lo que tal vez deberíamos volver a aspirar. Aunque la agricultura de la montaña no es la más costo eficiente, porque no se puede mecanizar y carece de cualidades que permitirían su producción a gran escala, cumple un rol sumamente importante en la producción de alimentos, la generación de empleos y la subsistencia de la cultura y la economía rural.

Desde la década de 1930, los economistas y comerciantes agrarios advertían que el éxodo de los trabajadores campesinos a la ciudad no sólo le restaba mano de obra a la ruralía y disminuía la agricultura local, sino que añadía más bocas en las zonas urbanas que dependerían de la importación.
Como en otros países que han experimentado una significativa transformación industrial, en Puerto Rico la agricultura ha permanecido rezagada de los procesos de planificación y desarrollo económico durante los pasados 60 años. Entre 1978 y 2002, Puerto Rico experimentó un cambio de uso de tierras agrícolas de alrededor de un 30%, de cuya tasa, el 60% ocurrió sólo en los últimos cuatro años (1998-2002). De continuar con este patrón de cambio de uso, podríamos comprometer la totalidad de las tierras agrícolas en los próximos 17 años y con ello la seguridad de nuestras presentes y futuras generaciones.

Transformar las políticas agrarias actuales y promover la seguridad alimentaria a nivel individual, familiar y nacional en países con déficit de alimentos, han sido las principales recomendaciones ofrecidas por la FAO (Organización Mundial de Alimento y Agricultura de las Naciones Unidas) ante la posible crisis mundial de alimentos. Han advertido que los países mas afectados serán aquellos que dependen de más de un 20% ó 30% del mercado externo. En Puerto Rico, se ha estimado que alrededor del 85% de los productos que se consumen son importados (MIDA). Esto indiscutiblemente nos expone a una situación muy vulnerable frente a eventos catastróficos o cambios de política pública internacional que puedan afectar el flujo de bienes a la Isla.

¿Por qué proteger y promover la agricultura local?
Los ecosistemas agrícolas son un recurso natural limitado y no renovable que tarda miles de años en desarrollarse. Son la fuente principal para la producción de alimentos y de otros servicios de gran valor social, histórico y cultural. Algunas de estas aportaciones son: mejor salud gracias al consumo de alimentos frescos, herencia social, disfrute de las vistas escénicas y esparcimiento comunitario a través de los espacios verdes. Además, los ecosistemas agrícolas bajo buenas prácticas de conservación proveen otros beneficios ecológicos y ambientales que incluyen: preservación del hábitat de vida silvestre, conservación de la calidad y el abasto del agua, conservación de la calidad del aire, control de inundaciones y erosión, recarga de los acuíferos, secuestración de carbono y prolongación de la vida útil del suelo. Sin embargo, no cabe duda que su mayor valor radica en la capacidad de proveer seguridad alimentaria, así como promover y mantener el desarrollo social y económico de la ruralía.

Nuevas oportunidades…
Ciertamente, es responsabilidad de cada país adoptar estrategias para lograr la sustentabilidad alimentaria en consonancia con sus recursos y capacidades, y a su vez, cooperar para dar soluciones colectivas a los problemas mundiales de esta índole.

Para ello, existen otras alternativas que también podrían hacer de nuestro país un destino sumamente atractivo para personas con necesidades o intereses especiales en el mercado del turismo y la medicina alternativa. Partiendo de este enfoque, sería conveniente promover proyectos en las áreas de la medicina natural y los biofármacos, la agricultura biomédica, el agro ecoturismo y nichos de producción especializados (como la producción de plantas aromáticas, café gourmet y frutas exóticas para hoteles, restaurantes, y otros comercios o mercados especializados).
En la actualidad, existen algunos proyectos en la Isla que prometen atender estos mercados, pero requieren de mayor apoyo del gobierno y del consumidor para ser realmente exitosos.

Conoce y promueve lo de aquí…
Te invito a conocer y promover nuestra agricultura, agricultores, mercados y festivales agrícolas. De esta manera, aprenderás a valorar aún más la riqueza de este hermoso archipiélago caribeño y su gente. Además, estarías aportando significativamente al desarrollo y protección de la agricultura local.
Visita nuestros mercados y fincas orgánicas o ecológicas, donde aún se promueve el intercambio o canjeo de semillas, productos y servicios, además de producir alimentos bajo prácticas ecológicamente amigables. El Mercado Orgánico de la Placita Roosevelt en Hato Rey es una excelente alternativa. Este mercado se realiza el primer y tercer domingos de cada mes.

Igualmente, conoce la realidad de nuestra agricultura convencional a través de visitas a fincas o granjas agrícolas, como la industria lechera en Hatillo o las empresas de vegetales del sur.
Participa de las Ferias y Festivales Agrícolas que se realizan a través de toda la Isla como: el Festival del Apio en Barranquitas, del Plátano en Corozal, del Pastel en Orocovis, de las Flores en Aibonito, de las Chinas en Las Marías, del Guineo en Lares y del Huerto Casero en Gurabo, entre otras. En éstas, además de conseguir productos frescos, recetas y otros productos derivados, se ofrecen conferencias educativas sobre distintos tópicos agrícolas.

El Servicio de Extensión Agrícola, agencia adscrita al Colegio de Ciencias Agrícolas (CCA) de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, ofrece sus servicios en los 78 municipios de la Isla y cuenta con oficinas locales en 66 de éstos, incluyendo Vieques y Culebra. A través de los agrónomos extensionistas, obtendrás información sobre proyectos agrícolas que puedes visitar, los festivales, las ferias agrícolas y hasta cómo desarrollar tu propio huerto o negocio agrícola. Para más información, 787-765-8000 en la zona Metro, 787-833-2665 en Mayagüez o visita la página electrónica http://seam.upr.clu.edu/.

El CCA también cuenta con seis Estaciones Experimentales (Adjuntas, Corozal, Gurabo, Isabela, Juana Díaz y Lajas), dos Centros de Investigación (Río Piedras y Mayagüez), una excelente Biblioteca de Agricultura Tropical y un Museo de Entomología (el estudio de los insectos). La biblioteca y el museo están ubicados en el Jardín Botánico Sur en Río Piedras. Puedes visitar todas estas instalaciones con coordinación previa, para así disfrutar y aprender un poco más sobre nuestra agricultura y las nuevas tendencias en este sector. Para más información sobre las estaciones experimentales, la biblioteca y el museo, puedes comunicarte al (787) 767-9705 o visitar la página electrónica  http://eea.uprm.edu/.

Por Jessica Medina

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