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Ruperto Chaparro. |
Sylvia Lleras
Llegamos a Barrero antes que Chaparro. Carlos y Rosemarie, los guías-amigos, ambos estudiantes investigadores y asociados al Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral (CIEL), conocían de la comunidad, sus lugares y actividades, pero al no ser parte de ésta, consideraba sus descripciones “objetivas”, permitiéndome saborear la sensación que cualquier hijo de dios o diosa experimentaría al llegar sola al lugar. La tranquilidad, familiaridad y atractivos del lugar lo hacían un oasis en medio las muchas veces bulliciosa vida costera de Rincón.
Vimos la antigua muralla de mampostería construida en el siglo 19 para proteger la vía del tren que pasaba a orillas de la playa. Llegamos hasta la Villa Pesquera, a su lado se encuentra una sencilla capilla desde donde parte todos los julios la procesión por agua de la Virgen del Carmen. Nos sentamos unos minutos ante la belleza del lugar. Pudimos apreciar desde la orilla unos arrecifes conocidos como La Pelegrina, ideal para “snorkeling”. Carlos nos señala un espacio donde los viejos jugaban cuando niños a la pelota, y cuando miramos el “parque”, hoy día está cubierto de mar. Caminamos y nos encontramos a un señor tejiendo una tarraya, milagro digno de ver pues ya casi no se construyen artesanalmente. Sorprende también encontrar una comunidad costera en Rincón con casi un 99% de familias puertorriqueñas en un Municipio donde conviven una cantidad importante de extranjeros, amantes del mar, pero sobre todo del surfing. Seguimos y dimos con el pintoresco barcito de pueblo al cual íbamos directo a entrar, de no ser que nuestro entrevistado ya había llegado a su casa y nos esperaba.
Comienza nuestra conversación con Chaparro. Comprendí inmediatamente lo que me había llamado la atención de mi primera conversación con Fernando, donde en vez de hablar de la comunidad o su organización, comenzó hablando de la mirada de Chaparro del barrio: estaba ante un ser que en su hablar, su mirada y en las descripciones que hacía de su comunidad se denotaba eso mismo, que era SU comunidad y su comunidad lo había hecho hasta cierto punto a él. Se sentía el amor, orgullo, sentido de pertenencia y compromiso, y un gran conocimiento de su entorno.
Chaparro podía justificar sus conocimientos por su formación académica (en manejo de recursos naturales con especialidad en recreación), o inclusive por su trabajo (es director del Programa Sea Grant en Puerto Rico). Desgraciadamente, el conocimiento no es siempre sinónimo de entrega genuina y solidaridad con las personas y comunidades que viven en las costas. Muchos “ecologistas”, desarrolladores “ecológicos” y directores ejecutivos de programas de conservación de recursos naturales lo han demostrado: una cosa es la formación académica y otra cosa son los valores y estilos de vida.
Con Chapa conocimos una historia personal, no la opinión intelectual del lugar. Dicen quienes lo conocen que esa cualidad es producto de la práctica: no sólo defiende con conocimiento los recursos, sino que hace uso y disfrute de ellos. En su trayectoria de trabajo-vida, no se enfoca en la visión una tanto purista (y muchas veces clasista) que algunos profesionales de la naturaleza poseen sobre el mal uso de los recursos que hacen las personas, sino que para Chaparro el enfoque debe estar en el manejo de los mismos. Democratizar los recursos. Seguro que la experiencia le ha demostrado que en la medida que te acercas, los conoces y por tanto te apropies de ellos, se asume la actitud de protección porque te significa, adquiere valor.
Los pescadores de la comunidad lo leyeron desde que llegó. De eso hace 16 años. Tal vez por ello, hace 12, acudieron a él con una carta en mano en donde les informaban a algunos de estos pescadores que tenían que desalojar sus casas porque el Municipio se proponía a construir un Paseo Tablado. Lo identificaron como un recurso. Para Chapa esto iba no sólo en detrimento al bienestar de su comunidad afectando a familias, sino también a la playa donde desovaban las tortugas y a la muralla antigua, entre otros efectos. Su preocupación lo lleva a hacer las averiguaciones pertinentes y se da cuenta que dichos terrenos no habían sido adquiridos por el Municipio ni tenían los debidos permisos para la construcción. Información más que suficiente para que los pescadores decidieran hacerle frente a las máquinas logrando finalmente detener el proyecto.
Igual, se organizaron en los momentos que comienza la proliferación de edificios multipisos en la costa.
En tiempos recientes se han tenido que reactivar por la pretensión de un desarrollador partiular de construir un edificio multifamiliar a todo lujo en una zona clasificada como suceptible a tsunami, en la cual se requiere de un rápido desalojo, por tanto de poca densidad poblacional. Se supo que el dessarrollador solicitó cambiar reglamentos para lograr su proyecto. Para Chaparro, a quien la Organización Barrero en Acción lo eligió como interventor, este cambio y proyecto atenta en contra a los postulados básicos de la planificación y desarrollo inteligente, y de la sostenibilidad de los recursos y atracciones turísticas, poniendo en peligro a los residentes y futuros habitantes del Barrio Barrero y sobrecargando la limitada infraestructura existente.
Situaciones como éstas provocaron el nacimiento de la Organización. Cuenta Chaparro que cuando fue a la Junta de Planificación para ver los permisos del proyecto, éstos le cuestionaron su “standing” pues no representaba a ninguna organización (tal parece que el ser consciente y residente no era suficiente) y es entonces cuando deciden fundar Barrero en Acción. Y he aquí una característica reflejo de estos tiempos donde el movimiento civil se reorganiza funcionalmente. Se reúnen cuando lo amerita una situación. Aparentaría que es la Organización quien convoca a la comunidad para asuntos puntuales, pero realmente es la Comunidad quien reactiva a la Organización. Por eso Chapa la describe como una comunidad funcional, donde la gente se conoce, se respeta y convive en armonía. Se sonríe al comentar que: “Sabes lo que está pasando, para bien y para mal”.
Las batallas que han librado, algunas con éxito, otras no tanto, les han enseñado que hay que apoyarse. Se le ve orgulloso cuando comenta “aquí no hay pillos, las bicicletas de mis hijos amanecen fuera, tal cual fueron dejadas”. Le encanta ver la cara de sorprendidos de sus amigos y amigas cuando lo visitan por encontrar la casa abierta y la seguridad que experimentan cuando caminan por el barrio. “Es que se mantiene ese carácter de pueblo”, con personalidades muy peculiares y sobre las cuales Chaparro cuenta maravillosas experiencias, salpicadas de humor y cariño como “el mudo que habla hasta el punto de vender bizcochos”, o su vecino quien tiene 90 años y siempre lo ha conocido bebiendo, pero le sorprende con su sabiduría como cuando un día le oyó preguntar que “si la mar fuera una sopa cuántas libras de papas habría que mondar”. O Wanda, quien todo lo resuelve y es un recurso extraordinario para la comunidad. O María, quien visita a los vecinos y vecinas, y los convoca, siendo una de los ocho miembros más activos de la Organización.
No son muchos o muchas quienes desde el poder luchan por el bienestar común; son pocos los que se mantienen verticales. La mar de las veces, a los que se mantienen, los tratan de acallar. Pensamos que quienes luchan por la justicia social y una planificación y desarrollo sostenible son una grano de arena que se pierde en un inmenso océano. Chaparro, Barrero en Acción y Barrio Barrero han probado que siempre se comienza con uno. Ellos nos recuerdan que sin granos de arena no habría mar.
Por Sylvia LLeras
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