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  ARTE Y CULTURA
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Miguel Zenón al detalle
Miguel Zenón al detalle. / Foto por: Ricardo Alcaraz

Su cara seria de buena gente, de joven de barrio que conoce lo que verdaderamente hace grande a hombres y mujeres, su gentileza y su hablar sencillo y elocuente enmarcan a un músico natural, con los pies bien puestos en la tierra, seguro de lo que quiere e inconforme por demás.

Esa mezcla, es quizás, la que ha llevado a Miguel Ángel Zenón Matos de 33 años a cosechar hoy frutos insospechados hace una década. A Zenón se le reconoce como el creador de un nuevo lenguaje del jazz para el siglo 21.

La trayectoria

Desde niño en el residencial Luis Llorens Torres de San Juan le gustó la música. Fue don Ernesto Vigoreaux, quien iba a la escuela desde Villa Palmeras a dar clases de solfeo y teoría gratis, el que lo conectó con este arte, más allá del coro escolar. Entonces tendría como 10 años. ¿Ser músico? A esa edad no hay planes de ese tipo.

“Yo siempre pensé que iba a ser algo que tuviera que ver con ciencias o matemáticas. Mis papás querían que yo sacara buenas notas en la escuela y cuando yo pensaba en la ingeniería, por ejemplo, ellos me puyaban por ahí”, cuenta Zenón. Sin embargo, como disfrutaba la música decidió entrar en la Escuela Libre de Música, y aunque lo que quería era estudiar piano, terminó en saxofón clásico porque llegó tarde a la matrícula. Curiosamente su madre, le había regalado uno, años antes.

“Terminé cogiendo saxofón pero sin ninguna razón, ya lo tenía, pero no tenía una atracción mayor por el saxofón, ni por la música tampoco, siempre lo vi como un hobby, nunca lo cogí en serio, nunca practicaba”, recuerda.

Hasta que conoció el jazz por casualidad. (porque en la escuela no se enseña). Los amigos de los combos de la escuela le hablaron de destacados músicos como Charlie Parker, Miles Davis, latinos como Paquito D’Rivera y Tito Puente y entonces empezó a prestarle oído a este género.

La creatividad lo cautivó. “Lo que más me gustó del jazz fue la improvisación. Porque hasta ese momento yo sólo había tocado música clásica. Esa idea de crear música al momento, que no tuviera que ver con lo que está en el papel fue lo que me llamó la atención de esa música”. Tanto le impresionó que decidió, con un poco de temor al principio, encaminarse por ese mundo incierto. “Cuando tenía 16 ó 17 años empecé a considerar probar con la música”. Pero había fuerzas encontradas a su alrededor. Por un lado, sus maestros de música lo instaban a no desperdiciar su talento, y por el otro, los de matemáticas y ciencias y su familia consideraban que debía escoger una carrera más convencional y ‘segura’.

El riesgo

“Decidí que me iba a arriesgar. Lo primero que pensé es que la música para mi no era trabajo, era como una diversión. Me dije ‘si yo puedo vivir de esto que para mí es tan divertido, pues debe ser lo correcto’. Decidí probarlo sin mucha seguridad”, confiesa.

Como todo estudiante sin recursos económicos se le hizo cuesta arriba llevar a cabo su anhelo. Era el mayor de la familia y su padre había fallecido cuando tenía 13. No había dinero. Así que tras graduarse de escuela superior trabajó año y medio como músico en toda oportunidad que apareció y ahorró lo más que pudo. Recuerda que tocó con Wilkins, grupos pop, de salsa, de jazz, merengue. Con becas y préstamos empató y entro al Berklee Collage of Music en Boston en la primavera del 1996.

El primer choque cuando llegó a Berklee fue darse cuenta que estaba por debajo del nivel de los demás estudiantes, que le faltaba mucho. “Yo pensaba que estaba bien porque aquí (en Puerto Rico) estaba haciendo un montón de guiso, tenía 18 años y tocaba con tipos treintones en clubes, y yo decía ‘debo estar superavanzado para mi edad’”. Pero en Berklee, “había tipos de mi edad que tocaban mil veces mejor que yo. No sólo tocando sino el conocimiento de la historia que tenían, el lenguaje, la tradición. Yo tuve que enfocarme en aprender cosas bien básicas”.

 Los dos años y medio que estuvo en Boston, admite, fueron los más significativos en cuanto a su formación del jazz, tanto por sus estudios formales como por lo que aprendió de sus compañeros.

La soledad y la estrechez económica, sin embargo, aunque amenazaban el alma, nunca fueron obstáculos para su superación. “Yo siempre he sido muy independiente, desde chiquito entendía la cuestión del sacrificio, de la supervivencia”, dice con aplomo el joven músico. Y su madre desde la Isla, siempre le brindó un apoyo incondicional. “Lo poquito que tenía me lo daba. Recuerdo que me enviaba frisas por correo, $20...cosas así”. Su progreso en la escuela le brindaba mayor confianza. “Me veía avanzando, mejorando en el saxofón, conociendo gente nueva y como estaba tan enfocado en aprender, no me importaban las dificultades”, subraya.

En Boston integró varios grupos de jazz y salsa y también conoció al pianista panameño Danilo Pérez. “Fue la primera persona que me invitó a su casa, a tocar con él y todavía nos mantenemos en comunicación”. Cuando Zenón termina su bachillerato y va a Nueva York en el 1998 a estudiar la maestría en el Manhattan School of Music, contactó al destacado saxofonista boricua David Sánchez quien también lo invitó a su grupo. Nueva York era el destino natural por muchas razones, especialmente porque es la meca cultural y porque todos los músicos que admiraba estaban ahí, además la universidad le dio una buena beca. La maestría igual que el bachillerato fue en Jazz performance.

El interés por componer vino más tarde, pero profusamente. “Eso fue como otra puerta que se abrió, no sólo es el saxofón sino la música que yo escribía, cómo yo escuchaba mis ideas y las podía dar a otra gente”. Destaca que su manera de escribir es muy sistemática, bien pensada. “No es que yo me siento a buscar la inspiración. Tengo unas ideas organizadas y le doy forma. Hay cosas que son al azar, como todo proceso creativo, pero la mayor parte del material son cosas que están predeterminadas”, afirma Zenón, quien escucha todo tipo de música.

El éxito

En un mundo tan competido como el jazz, donde hay pocas plazas de trabajo y muchos músicos, Zenón entró con el pie derecho. En el 2001 formó su banda. La reseña de la prestigiosa Fundación MacArtur que le otorgó una beca (incondicional) de $500,000 en septiembre de 2008 destaca, entre otras cosas, que su primer disco compacto en 2002 fue seleccionado por el New York Times como la mejor producción independiente de jazz de ese año; que estuvo por cuatro años de los pasados cinco, como número uno en la crítica especializada en la categoría de alto saxofonista; y que en 2005 fue reconocido por la revista Billboard como uno de los 30 jóvenes menores de 30 años más destacados. MacArtur reconoce además la prioridad que ha mostrado Zenón de educar sobre este género musical.

Consciente de su éxito, el joven boricua dice que no importa lo que diga la gente, siempre hay que mejorar. “Me gustaría tocar mejor saxofón, me gustaría desarrollar mejores ideas. Siento que estoy en el camino correcto pero no hay una meta. Mi aspiración es ser mejor de lo que soy ahora y siempre va a ser así”. Reconoce que sus mejores cualidades como músico aparte del talento, son la disciplina y el gusto por el trabajo. “Si tú eres una persona vaga se te va a hacer bien difícil mantener el éxito porque el talento te va a llevar hasta cierto punto y si no le pones empeño y energía te quedas atrás”.

Zenón ya tiene su trabajo programado hasta 2010. “Yo he sido bien bendecido. Vivo de la música, no hago nada más, no tengo otro trabajo”, dice el soxofonista que es casado y no tiene hijos ni mascotas y le encantan los deportes.

En la actualidad, su banda, Miguel Zenón Cuartet da los últimos toques a su quinto trabajo discográfico que debe estar en la calle en estos días. Se trata de ‘Esta plena’, una producción que conllevó una investigación sobre ese ritmo caribeño y que realizó gracias a una beca que le otorgó la fundación John Simon Guggenheim. Looking Forward (2002), Ceremonial (2004), Jíbaro (2005) y Awake (2008) completan su discografía. Precisamente con la investigación que realizó para la producción de la plena, al igual para Jíbaro, amplió y profundizó sus conocimientos sobre el folklore y es lo que da a conocer con sus producciones, la combinación de la música pura con la teoría y la técnica del jazz.

Sobre su estilo Zenón dice que como todo el mundo, él tiene influencias de sus héroes como Charlie Parker, Duke Ellington y John Coltrane, entre otros. “De todos tengo influencias para desarrollar mi estilo, mi personalidad como músico, como saxofonista. Pero tengo mucho interés por desarrollar mi arte desde el punto de vista de la música puertorriqueña y caribeña y quizás eso le da una identidad especial que no la tiene otro tipo de música que hay en el jazz”.

Aparte de su grupo, Zenon ha tocado con figuras como David Sánchez, Charles Haden, The Village Vanguard Orchestra, Bobby Hutcherson, Bob Moses an Mozamba, The Either Orchestra, Guillermo Klein y Los Guachos, The Mingus Big Band, Jerry González & The Fort Apache Band, Ray Barreto y Steve Coleman, entre otros.

El futuro

Con el premio de la Fundación MacArtur, que fue la sorpresa de su vida, Zenón ve cristalizados dos grandes sueños: una investigación sobre la “conexión” africana con la música caribeña y latinoamericana; y conciertos de jazz gratuitos en distintos puntos de la Isla, donde este género es poco conocido .

Precisamente desde hace cuatro años, cada diciembre junto a otros amigos Zenón organiza las llamadas “jam sessions”, donde además de tocar comparte la tarima con cualquier músico que desee. “Esto es bien informal; es un foro para que los chamacos jóvenes que no tienen donde tocar, lo hagan. Esta idea es el corazón de esta música” reflexiona complacido.

El medio millón de dólares que recibirá a plazos por cinco años los puede usar para lo que él quiera. “Podría comprarme un yate y un lamborghini pero a mí lo que me da placer es seguir haciendo cosas”, apunta el joven, que parece que nunca se cansa. “A mí se me hace bien difícil sentarme a hacer nada. Siempre estoy haciendo algo”. Si de relajarse se trata entonces toma dos semanas de vacaciones en algún lugar donde haya playa y buena comida que combina con la lectura.

“¿Cómo me gustaría ser recordado? Como un artista inconforme que siempre trató de ser mejor, que nunca dejó la creatividad por la comodidad”. l

Por Delia Rivera

Más información en la edición #6 de alterNativo©.

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