Recomendaciones


  ARTE Y CULTURA
Bookmark & Share
Nick Quijano
El acceso a la mirada a la calle es fundamental para la inspiración de Nick Quijano. / Foto por: Laura Torres

La obra del artista puertorriqueño es un espejo de nuestro país; a través de su arte, que cultiva en el alma desde su infancia, muestra la vida boricua en mil matices: la cotidianidad, las tradiciones, el color, la esperanza.

Quizás porque fue un hijo de la diáspora puertorriqueña, O porque sus padres le inculcaron el amor por Puerto Rico y por su familia. No. Hay más. Pudieron haber sido sus tíos músicos, que lo llevaron a tener una vida “salpicada con el arte” o, simplemente, fue esa maestra de segundo grado que “guió mis manos” y generó esa conexión con su cabeza que lo impulsó, desde ese momento, a nunca dejar de pintar. Nunca.

Por eso se puede ver hoy al artista puertorriqueño Nick Quijano (Nueva York, 1953) en su taller de la calle San José, esquina calle Sol en el Viejo San Juan, pintando sin parar para crear en sus obras un espejo que nos muestra en todas nuestras facetas: las tradiciones, lo popular, la cotidianidad, el color, las fiestas de Puerto Rico… Y ese reflejo le nace de adentro, desde la infancia.

“La diáspora llevó a mi madre a Nueva York y mi papá se le fue detrás. Eso fue en el 52. Un año más tarde nacía yo. Un honey moon baby. Mi vida, desde un comienzo, estuvo salpicada con el arte. Joe Quijano (músico del conjunto Acachana) visitaba a mi mamá y no sólo le llevaba un saco de china, sino que también me cantaba”, recuerda Quijano en la comodidad de su taller.

Ahí muestra sus trabajos y se sienta en una de sus sillas, porque el artista también es diseñador de muebles. El pintor se ve tranquilo. Cómodo. Viste una camisa blanca pantalones crema y zapatos marrones. No lleva ningún accesorio. Nada. Ni siquiera un cinturón. Sólo su aro de matrimonio, que reluce en su dedo anular. Han pasado muchos años desde que se asentó en Puerto Rico y dejó atrás una adolescencia en el Bronx (del sur) con mucha violencia. Un lugar “precario y violento”.

Pero Nick, quien en realidad debió llamarse Nicasio, como su abuelo, pero que su padre (Sergio) lo cambió en vista de que estaban allá, en Estados Unidos, dejó atrás Manhattan y llegó a Puerto Rico con algunos recuerdos que lo marcaron, como esa monja que lo llevó a pintar pese a que él quería ser abogado: “Me llamaban El abogado, pero por lo mal criado. Aunque nunca dejé de pintar. El 61 gané un premio de la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia )…, el 63, cuando ocurrió la muerte de Kennedy, recuerdo haber llenado una libreta con dibujos de aviones botando bombas en el espacio”.

Era un desahogo para Quijano. Un desahogo como tocar saxo o la conga, que aprendió con su padre. Incluso, fue músico en la universidad, cuando aprendió otro instrumento: la guitarra. En esa época ya estaba viviendo en Puerto Rico y la música lo atraía tanto como para incluso grabar un disco con el grupo La brecha. Sin embargo, pintando “podía decir más en contenido y en más tiempo”. Por eso, por el arte, dejó sus estudios de arquitectura (los retomaría después) y en 1979 se dedica por completo a pintar. Un año más tarde llegó al Viejo San Juan y hoy es parte del inventario de la ciudad antigua.

Ahí se le puede ver en su tienda de muebles o en su taller.

Instalado en el casco viejo de la ciudad comienza a producir. “Yo entré aquí y vi lo que estaba pasando. Veo la cultura y veo quién yo soy. Fui seducido por Puerto Rico. En mi cabeza yo tomo un universo y me doy cuenta de que sé lo que tengo que hacer y conozco los elementos. Tomo el recuerdo, la lucha de mis padres, el choque cultural, la cuestión racial. Así, identifiqué este lugar como mi lugar, sea así o no. Fue un acto natural cuando tuve la conciencia de quién yo era. Esta era mi humanidad, la razón de vivir. Encontré mi vehículo. Y tenía la energía vital previa al hambre. Yo iba a sobrevivir o a hundirme con el bote”.

Quijano recuerda que como artista en su camino hasta hoy ha explorado muchas cosas: aerosol, acuarela, diseño de muebles. Fue así que logró construir su estructura y trabajar en su arte para el que no ve horizonte, porque “cada vez se aleja. Lo que busco es dar lo que sentí al otro y llevar a esa persona a un lugar. Intento una construcción de la belleza, primaria y contundente. Eso es lo humano y rebasa lo puertorriqueño. Pero esta latitud sí tiene luz, proximidad y una manera de estar en el mundo que es increíble”.

Hoy está sumido en una “nota bastante fuerte” debido a la crisis económica que lo ha llevado a… “¡Leer a Marx otra vez!” y que es una “invitación” a que “todos pensemos. Es un problema de integridad”. Eso sí, tiene su estructura de vida: “El amor, primero, pero también tengo mi otro altar y mi otro dios y entonces tengo que venir aquí (su taller) a ser quien soy yo”.

Y es en su taller, rodeado de sus obras y proyectos, donde Quijano busca llegar a las personas. “Si yo logro llevar a las personas a ese lugar, que llamamos tiempo, mi trabajo habrá valido la pena”. Así se refiere el artista a sus obras, esos portales a un mundo mágico, a un universo imaginario donde reina la cotidianidad y la belleza. Donde se plasma su niñez envuelta en colores, cuadros de lo que ha sido su vida diaria y una forma distinta de documentar las tradiciones, lo popular, que no tiene un lugar más que en el arte de quien puede observar más allá.

La tela no es su único medio. También se apodera de objetos encontrados y los transforma. Lo hizo con la madera y sus muebles (que incluso lo llevó a vivir en Guatemala en 1999) y también con deshechos de la playa Cascajo, en la barriada La Perla.

Con más de 20 exposiciones individuales y sobre 30 colectivas, Nick Quijano se ha convertido en un referente estético y en un artista que sigue pintando desde adentro, como si fuera ayer, como si alguien guiara sus manos a través de un Puerto Rico que hoy como ayer lo seduce para transformar su obra en un espejo en el que se refleja lo mejor de lo nuestro.

Por Leoncio Pineda Dattari

Más en la edición #5 de alterNativo ©

Palabras claves

• Joe Quijano

• playa Cascajo