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/ Foto por: Carlos Aponte |
Un jueves nocturno me aventuré hacia el área del Condado con la idea de reportar sobre algunos lugares LGBT del Área Metropolitana. Usé como brújula la revista que tienes en la mano. Mi primera visita fue al Atlantic Beach Hotel, que está situado en el Condado. La barra del lugar queda justamente frente a la playa y a los pies del Hotel. No ha cambiado nada desde que la dejé de ver. El sitio parece haberse embalsamado, como la heroína de la cinta “Sunset Boulevard”… (observación para crear curiosidad entre las nuevas generaciones).
El Hotel me recuerda el Grahams Chinese Theater de Los Ángeles, con la diferencia de que las huellas de las divas son borradas diariamente por las olas del mar. En una época, el Atlantic fue uno de los puntos más concurridos por los LGBT de la capital. La pirámide que está sobre su techo -y que fue la discoteca “Stars”- ahora me parecen ruinas de una civilización pre-sida.
Quizás si hiciera algún tipo de búsqueda arqueológica podría encontrar artefactos de la época dorada del “disco” (así también llamaban a unos fósiles plásticos redondos que, al entrar en contacto con una aguja, emitían música). No todo se ha perdido, durante el día, ningún otro establecimiento LGBT puede competir con la vista del mar, ni con el nuevo hotel La Concha de vecino. Tampoco con los atractivos de la lorelei que tiene el hotel.
Después de conversar con los bartenders, cuya labor es levantar la moral del bien reducido número de tropas, me despido con mucha nostalgia. Conduzco un poco perdido a “Juniors”, localizado en una de esas calles olvidadas de la parada 17, en Santurce. Al llegar, dos policías con chalecos a prueba de balas protegen la entrada como si fuera la embajada estadounidense en Bagdad. Esta estampa me confirma la existencia del terrorismo heterosexual, en el que la llamada mayoría todavía cree decidir qué es “normal”.
Opto por volver en otra ocasión y continúo hacia la Avenida De Diego #326, es decir a “Tía María’s Liquor Store”, que me recuerda a las Fiestas de la Calle San Sebastián, pero en Santurce. Esta barra se disfraza de draga bajo el nombre de “liquor store”, pero no lo es. Este punto nocturno abarrotado tanto adentro como afuera, burbujea con personajes de todo tipo, edades y actitudes. Los bartenders, quienes con sus ligeros movimientos tienen un aire chaplinesco, no dan abasto para atender los clientes arrimados a la barra. Al otro extremo, dos mesas de billar están rodeadas de grupitos, cuartetos, tríos y solitarios que disimulan estar atentos a las coloridas bolas que se golpean unas contra otras. Al abrirse uno de los dos baños del lugar, los muchachos se tapan la cara para evitar la luz, como los héroes de las novelas de Anne Rice. “Tía María” es, en fin, el lugar más concurrido y conveniente del área metropolitana.
Justo al frente está “Starz”, una discoteca de esquina, en un segundo piso, donde, a través del “dee jay”, las divas del pasado, presente y futuro hacen vibrar las oscuras paredes. La primera barra está iluminada con luces de neón. Aquellos vestidos de blanco resplandecen como amebas radiactivas y algunos con ropas oscuras delatan problemas de cabellera sobre sus hombros. Ya adentro, la música invita al desahogo, por lo menos durante la duración de la pieza musical. Al son de las congas, la diva declara una y otra vez que sobrevivirá a la infidelidad de su amante, pero para este grupo de personas, la infidelidad puede ser de un amante o, quizás, de la cultura, la sociedad o la familia. Es un ‘me quieres o no me quieres’, ‘soy y no soy parte’. Pero aún con todas las resistencias externas, las actitudes están evolucionando lentamente. Mientras tanto, apoyemos estos lugares y al final digámosle “Reach for the Starz”.
Por Carlos Aponte
Más en la edición #3 de alterNativo©.