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Tesoros luminosos en la oscuridad
 / Foto por: Ricardo Alcaraz
 / Foto por: Ricardo Alcaraz

CUENTO

A ver Clarisa, ahora que ya anocheció, abriguémonos un poquito y salgamos al patio para contar estrellas. ¡Uups!, sólo los Tres Reyes Magos. Ésas tres que ves allí y que son también el cinturón de Orión; mira aquella otra, rojita, es Aldebarán en la constelación de Tauro, dos o tres más al norte en Perseo; y esa brillante, blanca, que ves al este, es realmente nuestro vecino planeta Venus. ¡Qué pena mi niña! Sólo podemos ver un puñado y nada más.

Te cuento que aquí, en Caguas, como en otros corredores urbanos, opacamos la oscuridad natural de la noche con el excesivo resplandor proveniente de las calles, de nuestros hogares y edificaciones. Este resplandor, que también llamamos contaminación lumínica, nos priva cada vez más de poder admirar las joyas celestes que se nos ofrecen en las noches borinqueñas. Y en Hato Rey, donde vives, ni se diga; el cielo se ve cargadito por una luminosidad anaranjada que no es natural ni transparente.
Ya sé que te gusta la luz, pero tal vez es porque no te hemos enseñado a amar la oscuridad. Aunque no lo creas, para ver al cielo de noche y esas estrellas que siempre buscas, necesitamos oscuridad. Así que para admirarlo como merecemos, un fin de semana de éstos, nos vamos a recorrer otros pueblos de la montaña como Ciales, Adjuntas, o Jayuya; o lugares costeros como Lajas, Santa Isabel, Vieques o Culebra. O tal vez, al Faro de Las Cabezas de San Juan, en Fajardo. Verás cómo allí el firmamento nocturno nos regala una ventana al universo muy especial. Observarías nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, la que antes yo observaba desde aquí, donde estamos sentaditas, cruzando el cielo de lado a lado. Y tantas estrellas y objetos celestes iluminando el firmamento como lucecitas de navidad.

La contaminación de luz también ocurre frecuentemente en otros países. Por eso, muchas personas como nosotras se han unido para rescatar nuestros cielos nocturnos; es ya todo un movimiento global.
Cuando van de vacaciones, escogen visitar lugares con esa oscuridad natural para que no les empañe la visión sideral. Ojalá que alguno de nuestros paradores en la montaña se anime a certificarse como uno de ellos.

Mira, el año 2009 fue declarado como el Año Internacional de la Astronomía, y en unas islas que se llaman las Islas Canarias, han firmado una Declaración Sobre La Defensa del Cielo Nocturno y el derecho que tenemos todos y todas a la luz de las estrellas.

La oscuridad, Clarisa, también es linda e igual te permite observar la tenue iluminación de los objetos celestes. Pero además de linda es importante. Hay organismos muy sensibles que necesitan de esa oscuridad, como las tortugas marinas y las aves migratorias. La luz artificial desparramada hacia arriba ciega las aves y desorienta las tortugas causando mortandad.

A mí me gusta pensar que el espacio sideral y cósmico refleja el universo interno y el amor que todos llevamos dentro. Miro al cielo de noche y lo siento como si al admirar las luces celestes, al ver el paso de las estaciones reflejadas en el cambio de las constelaciones, nos ayudara a purificar nuestros pensamientos, a aquietar nuestras pasiones y a arrullar nuestros corazones tan cargados por el diario vivir. Es como si nos expandiéramos al horizonte con esa alfombra sideral luminosa, uniéndonos a su historia milenaria. Extraño tanto poder apreciarlas…

Una vez, cuando tu abuela cumplía años, tus tíos y yo decidimos llevarla a Vieques y quedarnos toda la familia en un parador para una gran celebración. Después de todo, ochenta años no se cumplen todos los días.

Entrada la noche, nos fuimos a comer para luego hacer un recorrido por Bahía Mosquito, y observar la bioluminiscencia en la laguna. Ya nos habían dicho que era única en el mundo. Tus primas al principio tenían un poco de miedo por meterse al agua en la oscuridad que nos rodeaba; yo las animaba a entrar y sumergirse. Aunque teníamos todos boyitas, te confieso que yo también tenía susto. Pero nos zumbamos y no nos arrepentimos… Mamá no se metió a la laguna por estar ya viejita, así que se quedó en el bote para desde allí observar en palco todo. ¡Wow! Tu abuela se emocionó tanto; no lo podía creer… Aunque nosotros no la veíamos llorar por la intensidad de aquel momento, ella sí veía nuestros rostros, cuerpos y movimientos dibujados en la profunda oscuridad de aquel cielo único viequense, mientras nosotros, nadando, le cantábamos “Happy Birthday To You”. ¡Decía que nunca había tenido un bizcocho de cumpleaños tan grande y luminoso! Junto con el firmamento estelar de aquella noche y el agua brillando por los dinoflagelados destellando al agitarse, todos nos convertimos en sus velitas, iluminando aquel inmenso pastel de cumpleaños natural. Y las estrellas, casi las podíamos tocar. Vibraban en el cielo como piedras preciosas; los peces parecían estrellas fugaces al moverse como saetas en el agua de la laguna. Tú no habías nacido todavía pero te lo hubieses gozado todo con tus primas. Fue inolvidable y pasará a la historia; pregúntale a tus tíos para que te cuenten también. Estábamos todos conmovidos por la experiencia de aquella noche viequense.

Se me ocurre que, para aprender más, podemos visitar a Mark, del Fideicomiso de Conservación e Historia de Vieques, para que nos explique cómo la contaminación lumínica afecta las tortugas y la bioluminiscencia. O podemos llegar hasta la Reserva de las Cabezas de San Juan, en Fajardo, donde también hay una laguna bioluminiscente. Allí, el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico ofrece recorridos nocturnos bajo el Programa “Puerto Rico Brilla Naturalmente”. Tal vez podamos conseguir animar a tu papá para que nos lleve, pues nos queda cerquita.

Dime Clarisa, a nuestro cielo, ¿lo vas a cuidar? Ya sé que gente importante en los gobiernos deben hacer cambios, pero cada una de nosotras y nosotros podemos hacer algunos pequeños, como cada vez que tengamos que reemplazar alguna lámpara o bombilla. Lo importante es iluminar de noche sólo donde se necesite y hacia abajo. Así evitamos desparramar la luz e iluminar el cielo de manera artificial. Luego podemos contemplar. Siempre contemplar. Y algún día, desde aquí, tú también podrás observar con asombro la majestuosidad del cielo y ver brillar tu propia galaxia, la Vía Láctea.

Por Olga Ramos González

Más en la edición #4 de alterNativo©.


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