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Las fiestas de La Calle
Los cabezudos lideran el desfile de las fiestas de La Calle San Sebastián, en el Viejo San Juan. / Foto por: Paola Nogueras
Los cabezudos lideran el desfile de las fiestas de La Calle San Sebastián, en el Viejo San Juan. / Foto por: Paola Nogueras

Una vez leí que los Inuits tienen más de 100 palabras para describir la nieve, cosa que no es verdad, pero me puso a pensar. Porque los puertorriqueños sí que nos botamos cuando se trata de maneras de decir “fiesta”. Bembé, bayú, jolgorio, pachanga, juerga, pari, parisongo, ventetú, guagancó, salpafuera, jangueo, vacilón, junte, y en la época que va desde el viernes después del Día de Acción de Gracias hasta mediados de enero: parranda. Nos encantan las fiestas, punto. Pero cuando nos referimos a Las Fiestas, con L y F mayúsculas, hablamos de las que más nos gustan de todas: las de Navidad. Y cuando en Navidad, alguien dice que va a Las Fiestas, con L y F mayúsculas, probablemente está hablando de las más grandes de la época: las Fiestas de la calle de San Sebastián, también conocidas como las Fiestas de La Calle, porque no hay otra calle como ésta.
Y qué casualidad, es donde yo vivo.

Por eso, cualquiera pensaría que las conozco bien. Pero mi contacto con las famosas Fiestas de la Calle era casi siempre después de las 11 p.m. Mi modus operandi: esconderme en casa todo el día y lanzarme al ruedo ya entrada la noche, cuando se prendía el pari. Conocía bien el tumulto de gente, los pleneros ensombrerados, la cerveza en vaso plástico, las guirnaldas iluminadas, la calle entera bailando en formación, arrastrando comoquiera al que no supiera. Bailabas porque bailabas. Sabía del apiñamiento hombro con hombro, dando y recibiendo chino. Un revolú sandunguero, donde todos se olvidan del santo que le da el nombre a la ocasión para seguir impulsos regidos más bien por espíritus vivarachos y medio borrachines.

Entonces, hace cinco años, mi amiga Paola llamó pidiéndome que escribiera un libro para el que ella había tomado fotografías. El libro, Fiesta en Puerto Rico, documenta las festividades tradicionales de la Isla, y el primer capítulo trata sobre la San Sebastián.

Por lo menos, ya conocía la parte nocturna, ahora lo que me faltaba era aprender más sobre lo que pasaba en el día, y para eso, lo único que tenía que hacer era asomarme al balcón. Como a eso de las 6 de la tarde del viernes, abrí la puerta a esperar el desfile de apertura: una procesión que lleva la imagen de San Sebastián, parado en una alfombra de flores, y cargado por cuatro hombres fuertes desde la San Sebastián hasta la Catedral. Por experiencia, sabía que hasta ahí llegaban la ceremonia y la religiosidad esa noche. Ya el bembé venía anunciándose con trompetas, bongoes, pleneros y los famosos cabezudos.

A la mañana siguiente, me levanté temprano para no perderme la diana que pasaría frente a casa como a eso de las 9 a.m. Los músicos, que daban los buenos días con trompetas, me transportaron al pasado, a la época donde había pregoneros en los vecindarios. Hora y media más tarde, la calle se comenzaba a llenar de visitantes. Me puse las chanclas y caminé hasta el Cuartel de Ballajá, frente al Morro. Allí, más de 500 artistas despliegan su obra: afiches, cerámicas, santos de palo, gorras, camisetas, trabajos en cuero, joyería de caracol, bueno... de todo, bonito y no. El inmenso espacio del patio del cuartel no da para tantos, y los quioscos también llenan las plazas y calles aledañas.
Pero comprando llaveritos con la bandera de Puerto Rico y comiendo bacalaítos parada en la acera no se escribe un capítulo de las Fiestas de la Calle de San Sebastián. Viendo a cabezudos y personajes en zancos pasar bailoteando no se aprende de dónde es que vienen. Era hora de hacer investigación, y esto fue lo que aprendí:

Que comparadas con otras fiestas tradicionales puertorriqueñas, las de La Calle son relativamente nuevas. Que se crean en 1954, pero no toman arraigo y se olvidan. Que se reviven en 1970 para recaudar fondos para el Colegio de Párvulos.

Aprendí quienes son los Cabezudos: Juan Bobo y su Puerca, del cuento infantil; La Jíbara; Doña Fela, la muy querida alcaldesa de antaño; Maximina la Loca, personaje del Carnaval de San Juan; El General, un pintoresco señor que caminaba las calles del Viejo San Juan hace muchos años; Toribio el Rey del Güiro; Maso Rivera el Rey del Cuatro; y dos personajes populares de la televisión puertorriqueña: Diplo y Don Cholito.

Descubrí que hay una cartelera completa de actividades: el Baile de Época, donde jóvenes se visten a la usanza del siglo 19; talleres para niños, competencias de chiringas, del arte de la tiza y simultáneas de ajedrez, entre muchas otras cosas.

Y entonces está lo que me enseñaron las fotos que tomó Paola. En ellas vi detalles que me había perdido: las grietas de algunas de las máscaras, cicatrices de jolgorio, las sonrisas de par en par de los niños, lo junta que está la gente, invadiendo espacios personales sin que nadie se moleste por ello. Vi lo lindo que fotografían los adoquines, la cantidad de color en las fachadas, cada una expresando la individualidad de su dueño, y también, la cantidad de banderas puertorriqueñas en los balcones.
Y todo esto antes de que cayera la noche.

Por Tere Dávila

Más en la edición #4 de alterNativo©.


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