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El Ponce criollo y pueblerino
Myrna Vélez, líder comunitaria en el Barrio El Salitral, La Playa de Ponce. / Foto por: Ricardo Alcaraz
Myrna Vélez, líder comunitaria en el Barrio El Salitral, La Playa de Ponce. / Foto por: Ricardo Alcaraz

He aquí una de las descripciones bastante usuales de encontrar sobre la ciudad de Ponce:
“Ha sido denominada históricamente como la Ciudad Señorial, porque se respira señorío en la belleza de sus fachadas, en la altivez neoclásica de las torres de su catedral, en la magia perenne de su fuente de Los Leones y en la airosa seriedad de sus edificios públicos, Es una ciudad con un toque europeo frente a las aguas del mar Caribe y bajo el brillante cielo azul del trópico”…  …”El casco histórico se distingue por su riqueza y variedad de edificios y estilos.  La escala es menor, lo que abona a la sensación de intimidad que la Ciudad produce”.

“Los estilos van desde el criollo pueblerino hasta un neoclásico superior, desde el colonial al modernista” (http://home.coqui.net/melia/ponce2.htm).                               

Seguramente hay personas a quienes esa mirada “señorial” les guste, que de todo hay en la viña del señor (y de la señora). Yo, en cambio, prefiero detenerme en “el criollo pueblerino”. Será que lo pueblerino, viene de pueblo y pueblo me sabe a vida. Prefiero recorrer ciudades y pueblos donde concurran edificios, costumbres, tradiciones que conformen el sentido del lugar. Esas señas de identidad que me hacen diferencia entre un espacio vivido y un espacio visitado.

Así las cosas. Mi amigo -bueno, amigo de muchos- Ramón Soto, por todos conocido por Moncho, nos lleva al Sector La Playa de Ponce, más en específico, al Callejón del Río.

A simple vista observará una calle larga compuesta de alrededor de treinta y dos casas, con unas fachadas pequeñas, hermosas y súper cuidadas. Verá movimiento en la calle y, de pronto, se hallará observando el lugar con una sonrisa. Se respira familiaridad. Es que son una familia, por consanguinidad y por la vida misma. No cuentan con una líder, sino varias. Pero la hormiga mayor se llama Myrna Vélez, quien ha trabajado años por El Salitral, y ahora más concentradamente con y en el Callejón. Toda la vida la ha pasado ahí y con una seguridad aplastante afirma que “de aquí al cementerio”.

No por casualidad, pues son usuales los encuentros en esta comunidad, Myrna tiene ese día una actividad. Bien sé que es una impertinencia hacerle una entrevista en esos momentos que son cruciales para amarrar los detalles finales del Bingo que llevarán a cabo. En mi rostro no hay ojos, boca, ni nariz. Siento que en su lugar tengo letras en mayúsculas que dicen “DISCULPE”, pero ella ve ojos, nariz y boca, y en la suya hay una gran sonrisa. Nos da un cálido abrazo, de esos de verdad, tibios como el corazón.

De mirada y movimientos ágiles, se nota que es pura chispa. Se la pasan inventado, ella y la directiva del lugar, porque están muy bien organizados. El sentido de apropiación de su entorno les hace estar alerta a todo cuanto suceda en esos lares. Cuenta que hace un tiempo atrás vio a unos hombres midiendo el terreno cerca de la Ave. Hostos. Inmediatamente le pide a su padre que se les acerque y les pregunte qué están haciendo. Le mencionan algo del gas. Más tarde la alertan que el gaseoducto iba a pasar por ahí. Buscan información, se asesoran, y traen recursos, como la ambientalista Janina Moreno y Alexis Ocampo. Cuando se convencen de que ese proyecto es perjudicial, Myrna no titubea y afirma “Si algo nos va a perjudicar ahí estaré yo”. Montaron un campamento, estuvieron dos meses recogiendo firmas, brindando información y alertando a todo quien quisiera escuchar. Desde temprano estaban en el campamento y el desayuno no podía faltar. Hasta Bingo jugaban, pero siempre firmes y en pie de lucha.

Ama su barrio. Dice que hay muchas cosas que visitar como “La Guancha, la Villa Pesquera que se debería promocionar más. Ahí encontrarás pescado fresco, en vez de comprar esos congelados del supermercado”. Al frente de la Villa hay un restaurante de la Asociación de Pescadores para aquellos que no quieren ponerse a escamar. “La placita de La Playa de Ponce es un lugar lindo para estar y coger fresco. El Centro Sor Isolina Ferré también se debe visitar. Ahí ofrecen talleres y cursos para jóvenes y no tan jóvenes”. Ella misma ha cogido cursos de repostería que cuando tenga un poco más de tiempo desea terminar. Recomienda las empanadillas frescas que hace una vecina, Gabriela Otero, que si es a juzgar por la sazón de la misma Myrna, que nos obsequió unos deliciosos bacalaítos, estarán para chuparse los dedos. 

No hay fecha que dejen pasar y celebren la vida de la gente de su calle y alrededores. Usted, lector o lectora, tiene opciones demás para coincidir y compartir con estos ponceños de corazón, en alguna actividad. En febrero celebran el mes de la amistad. Hacen una bohemia “que en tiempos buenos contratan a un Trío y si no están tan buenos, contratan a un DJ”, pero la música no puede faltar. En mayo celebran las Madres. Antes hacen el consabido Bingo para sacar fondos y costear los regalos y certificados. Habrá música y comida que los mismos vecinos prepararán para obsequiar. “Sólo hace falta preguntar quién puede aportar y enseguida surgen las manos de nuestra gente”. Cuando pueden, piden una cuota de un dólar o dos, pero básicamente todo se logra por la cooperación de la vecindad. “Alguno que otro político alguna vez ha ayudado, pero no es algo que contamos con ello”.  Aunque están en la espera de que le construyan de una buena vez su centro comunal.

Si visita el El Salitral en junio, podrá disfrutar de un asado, música y bebida pues están celebrando el día de los Padres. En octubre podrá dar gracias con los vecinos del Callejón, ya que por supuesto celebrarán el día de Acción de Gracias. El 31 de diciembre se reunirán como todos los años, en el patio de un vecino, bailarán, comerán y conversarán alegremente. Igual se queda de corrido hasta el amanezca o, antes de las doce, se va a la intimidad del hogar a esperar el nuevo año, para pasadas las doce, volverse a unir a la jarana ya montá’. En enero y en abril, se le dedica la actividad a sus niños y niñas. En enero por los Tres Santos Reyes, que llegan a repartir juguetes, entre medio de casas de brincos y juegos, y en abril aprovecharán las brisa del mar, enseñan a hacer chiringas, para que otro día, que lo llaman Día familiar, las puedan echar a volar.

Si una busca sobre el concepto de “sentido de lugar”, hay un autor, Caibó (2001) que indica que para que las personas reconozcan el lugar como propio deben cumplir como mínimo con las siguientes fases: “Conocer, apreciar y reconocer el entorno; comprender, sentir y reclamar el lugar; conservar, restaurar y transformar el lugar” (p 3). El Callejón del Río tiene eso y más.

Si le interesa el turismo antropológico, y coincide en una de las fechas, o simplemente quiere conocer o aportar a esta comunidad, puede comunicarse con Myrna Vélez al 787-215-0218. Seguro que lo disfrutará.

Por Sylvia Lleras

Más en la edición #8 de alterNativo©.


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